Esta tarde se estrena en Agricultura TV un nuevo episodio de “Espacio Libre”, instancia donde expertos abordarán los temas más importantes de la contingencia a través de videocolumnas.
En este espacio, los destacados profesionales analizarán en profundidad distintos aspectos de la política y actualidad nacional e internacional, entregando perspectivas nuevas sobre los hitos que marcan el día a día.
Las columnas se estrenarán todos los lunes, miércoles y viernes a las 20:00 horas a través del canal de YouTube de Agricultura TV.
En esta edición del Espacio Libre, el director de Desarrollo de Res Publica, Julio Isamit, advierte sobre la falta de cohesión en la derecha de cara a las próximas elecciones y enfatiza la urgencia de reconstruir un proyecto político común.
Chile enfrenta decisiones cruciales a semanas de las elecciones presidenciales
Nuestro país vive un momento trascendental. A pocas semanas de una nueva elección presidencial, Chile enfrenta una inyuntiva profunda. ¿Continuar por la senda de ideas fracasadas de este gobierno o impulsar un cambio de timón hacia las ideas de una sociedad libre que nos permita recuperar la seguridad de nuestras calles, la ruta del progreso y enfrentar las graves urgencias en materia de educación y de salud? Las elecciones, naturalmente, son momentos de contraste.
Son tiempos donde quienes compiten buscan marcar diferencias, resaltar aquello que los separa y es legítimo. Pero en los últimos meses hemos visto cómo esa legítima confrontación ha dado paso a lo peor de nuestras diferencias. Acusaciones infundadas, desconfianzas públicas, uso de bots e incluso dudas sobre eventuales apoyos en segunda vuelta.
Sin embargo, en los últimos días da la impresión que eso se iban causando, pero una golondrina no hace verano. Debemos bajar el tono de la confrontación, recordar que el adversario está al frente y no a nuestros lados y que a nuestros lados hay personas con las que compartimos un núcleo central de ideas en promoción de la libertad y la responsabilidad individual. No se trata de pensar todos igual, sino de construir una coalición amplia con gente distinta, que venga de mundos distintos.
En otras palabras, no se trata de uniformidad, sino de unidad en la diversidad. Llama la atención que muchos que se dedican a la política están dispuestos a tolerar la heterodoxia doctrinaria al interior de sus propios partidos, diferentes visiones al interior de la misma plataforma política, mientras exigen la más rigurosa ortodoxia al momento de convivir en coalición. Eso es el mundo al revés.
Requerimos partidos ortodoxos, graníticos dirían algunos, pero que sepan convivir con la heterodoxia, la diversidad propia de un trabajo en coalición. Una coalición amplia de afines y no de perfectos, donde basta compartir un mínimo de ideas, de actitud y de proyectos para poder trabajar juntos. De lo contrario, si exigimos a nuestros aliados pensar exactamente lo mismo que nosotros, caeríamos en un maximalismo que no sólo dificulta la convivencia interna, sino que hace casi imposible poder gobernar juntos, en la línea de las prioridades que nuestros compatriotas exigen y esperan de nosotros.
Sólo esa coalición amplia, con ideas claras, con un proyecto político definido y un liderazgo transformador, podrá dotar a Chile de una mayoría política, social y cultural, que haga viable no sólo la salida al frente amplio de la moneda y un cambio de gobierno el 11 de marzo, sino una nueva etapa política en nuestro país. Esas ideas claras deben ser las propias de la derecha y centro derecha chilenas, que ponen las personas, en las familias y en sus agrupaciones, el motor del desarrollo social y reconocen en ellas la fuente de la vitalidad social, que son el trabajo, el esfuerzo y el mérito, y no la suerte, el pituto, los parentescos, los que sustentan un orden social justo. Que educar es mucho más un acto de paternidad que un acto de gobierno, y que por tanto son los padres quienes asumen la educación de sus hijos y no los funcionarios públicos de una municipalidad, el SLEP o el ministerio.
Y así suma y sigue. Un proyecto político definido, que sepa para qué entrar al gobierno y no solamente porque éste se encontrara al alcance a la mano. Un proyecto común y amplio, pero que no se agúa en un mar de diferencias.
Y por último, un liderazgo transformador que actúe con altura de miras, generosidad y sobre todo comprensión. Partiendo quizás por comprender, ojalá, lo antes posible, que la unidad no es rendirse ante las diferencias, sino ponerlas al servicio de un proyecto común, y muchas veces mayor.