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A pesar de haber tenido un sistema frontal que llegó incluso a la parte sur de la Región de Coquimbo, y que dejó cerca de 20 mm de agua caída en la Región Metropolitana, el déficit de precipitaciones sigue presente a lo largo del país, aunque en menor medida entre las regiones de Maule hasta La Araucanía, que se han visto beneficiados por las lluvias de mayo y principios de junio.

En El Agro, conversamos con el agroclimatólogo y académico de la Universidad de Talca, Patricio González, para analizar esta situación.

González asegura que “hemos hecho un estudio de precipitaciones en su distribución mensual y hay cambio sustantivo a partir del 2007 en adelante. En los ’80 las lluvias duraban 7 u 8 días, con hasta 100 mm de agua caída por día, pero a partir de los 2000 se cambio esta estructura, en que hay 1 o 2 días con lluvias de 40 a 50 mm y luego viene una larga semana sin lluvias, y posterior hay otra lluvia, entonces no se logra recuperar la cantidad de déficit de lluvia ni de nieve, que estamos arrastrando en la zona central desde el año 2007”.

Y explica que “no es que estas lluvias no sean buenas, es que necesitamos que sean extensas en el tiempo, sobre todo entre Coquimbo y Biobío, donde tenemos un déficit”. En el caso de La Serena hay un 98% de déficit, en Valparaíso de 55% y de Curicó hasta Chillán baja un poco al 30%.

“La pregunta es qué hacemos. Adaptarnos a un nuevo clima semiárido y esa adaptación requiere un compromiso y decisión política que en Chile lamentablemente no se han tomado, solo medidas de mitigación como emergencia agrícola, pero no puedes estar los próximos años con esas decisiones”, señaló.

Heladas tempranas

Según González, “hubo heladas muy intensas que duraron más de 15 horas bajo cero, en la Región del Maule, O’Higgins y Ñuble, empezó a las 19 horas del día 30 de mayo y terminó a las 10 de la mañana del 31, y el punto más bajo fue de 4,7 grados bajo cero, dañó a las hortalizas, que tuvieron una pérdida importante”.

Y agrega que “me preocupa esta alternancia de lluvias de 1 o 2 días con heladas muy intensas, que ya para julio puede afectar a los tomates. Hay que tener un cuidado de que el clima se ha vuelto extremo y aquí la agricultura es la que más va a sufrir”.

En este mismo sentido, sugiere que “los agricultores deben tener presente que en años de sequía, los espacios geográficos que debieran ocupar los sistemas frontales, los ocupan las masas de aire polar, así que hay que estar atentos”.

Así, indica que “hay modelos disponibles incluso en internet, para pronóstico de heladas. A las 6 de la tarde del día de hoy puedes pronosticar qué heladas habrá mañana. Entonces, hay el tiempo necesario para hacer controles tecnológicos como calefactores o hélices de viento para mitigar en hasta en un 80% el impacto de una helada”.

Cambio climático

González es claro en señalar que “hemos visto con el cambio climático que se han disminuido las precipitaciones en los meses de mayo, junio y julio, que es cuando tenemos más lluvias. Pero este evento de La Niña que potencia el bloque anticiclónico en la zona central de Chile y no es muy halagüeño el panorama”.

Y agrega que “hay que prepararse a que el periodo agrícola de septiembre en adelante, va a ser restrictivo en agua y tendrán que manejarse muy bien las asociaciones de canalistas. No podemos esperar que este año sea ni siquiera cercano a lo normal, sino que estaremos bajo un 20% o 30% lo normal”.

Urgencia de adaptación

Para el agroclimatólogo de la Universidad de Talca, “la solución pasa por aplicar tecnologías, pero sobre todo por decisiones políticas para destinar los recursos necesarios para que el agro se adapte tecnológicamente a este escenario”.

González ejemplifica con “tecnificar el riego, llegar al 95% de la tecnificación de riego, como lo ha hecho Israel; reciclar las aguas servidas, las aguas grises, para su reutilización; hacer un mapa hidrogeológico para determinar dónde están las napas subterráneas y explotarlas racionalmente”.

Y añade que “esas son medidas que no requieren tanto tiempo como un embalse, que requiere más de 30 años, y que pueden ir solventando esta demanda de agua que tienen los cultivos y que va a ir creciendo en el tiempo”.

Y enfatiza que “si la humanidad empieza a ponerse de acuerdo, todos los gobiernos del mundo, y descienden la temperatura de la Tierra en 1 grado, ya tendríamos un anticiclón más débil, y podríamos tener más precipitaciones y retomar las grandes lluvias que teníamos en los años ’80, pero depende de una humanidad. Es una decisión política, no científica que no se ha tomado, ni en el mundo ni en Chile. Entonces es muy poco lo que se puede hacer”.

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