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Chilenos reemplazan el vacuno por carnes blancas y busca más confianza en pescados

Chilenos reemplazan el vacuno por carnes blancas y busca más confianza en pescados
Chilenos reemplazan el vacuno por carnes blancas y busca más confianza en pescados

El comportamiento alimentario de los chilenos está atravesando un cambio destacable. Las cifras más recientes muestran que el país ha alcanzado un consumo promedio de 82,7 kilos de proteína animal por persona al año, pero el modo en que los consumidores eligen sus alimentos refleja una transformación que va más allá del volumen.

Por ello, las decisiones están guiadas por la búsqueda de conveniencia y bienestar, por un nuevo equilibrio entre tradición y modernidad en la mesa nacional.

Nuevos hábitos en torno a la carne

El consumo de carne continúa siendo alto, pero su composición ha cambiado. El vacuno, históricamente símbolo de identidad en celebraciones como el 18 de septiembre, ha cedido terreno en el consumo diario a favor de las carnes blancas, principalmente pollo y cerdo. Estas últimas representan cerca del 85% de la producción total y el 92% del valor exportado, gracias a su eficiencia productiva y accesibilidad.

Durante septiembre de 2024, el gasto en carnicerías creció un 90% respecto a los meses previos, y el 64% de los consumidores eligió cortes de vacuno para el asado familiar. Este contraste entre el consumo funcional diario y el consumo simbólico en celebraciones muestra cómo la carne sigue siendo una referencia de identidad y de indulgencia social.

Alimentos del mar en el hogar

Por otra parte, el consumo de pescado y mariscos mantiene cifras sorprendentemente bajas, pese a que Chile posee una de las costas más extensas del mundo.

El promedio nacional se ubica entre 13 y 15,8 kilos por persona al año, y la mayoría de los chilenos consume pescado solo tres veces al mes, aproximadamente. Entre las especies más populares están la reineta y la merluza, seguidas por el chorito en el caso de los mariscos.

Además, el dato más revelador es que cerca del 90% del consumo de productos marinos ocurre en el hogar. Esto refleja una mezcla de hábito y desconfianza: el consumidor chileno prefiere tener control sobre la frescura y manipulación del producto.

La falta de trazabilidad estandarizada en pescados y mariscos es un obstáculo que el sector intenta resolver mediante iniciativas como el “Sello Azul” de Sernapesca, orientado a certificar el origen y la seguridad de los alimentos marinos.

Un consumo más informado

La publicación de la Ley N.º 21.664 en 2024 marcó un punto de inflexión para el mercado proteico chileno. La norma prohíbe el uso de términos cárnicos en productos de origen vegetal y refuerza la denominación de origen de la carne tradicional.

Con ello, el país establece un marco legal que busca proteger la transparencia y la información clara al consumidor, al mismo tiempo que impulsa una reflexión sobre cómo se perciben las proteínas animales frente a las alternativas vegetales.

El consumo de estas proteínas de vacuno y del mar en Chile se resume en la herencia culinaria y la adaptación a las nuevas formas de vida. Mientras el asado de vacuno sigue representando un rito nacional, las proteínas blancas y marinas avanzan gracias a su conveniencia y perfil saludable.

De esta forma, este equilibrio entre lo simbólico y lo funcional, redefine las dietas sin perder sus raíces, apostando por una alimentación más informada, diversificada y conectada con la sostenibilidad.

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